Como mañana de miel,
has florecido en los confines de mi altura
y me ahogas en la liturgia
embriagante de tu mirada.
Estás ahí. Proverbialmente armoniosa,
como habitante del mismísimo parnaso,
o hecha milagro de la acuarela insigne de Rugendas.
¡Aquí estás!,
incendiando este deseo impetuoso,
de prender en tu salmo,
mi versículo sagrado: “Te amo”.
© Maury